miércoles, 23 de octubre de 2019

3) Salónica, histórica y tranquila

Después de varios días con el coche salimos a pasear tras el desayuno contentos de no tener que tocarlo en toda la jornada. Nuestro hotel era muy céntrico y muy cercano al paseo marítimo. A primera hora buscamos una lavandería cercana para hacer la colada y aprovechamos el tiempo para recorrer la zona. Por casualidad pasamos por San Demetrio, iglesia inmensa que data del siglo V y que a esa hora de un día laborable estaba atestada de gente. 


Observamos durante un rato su interior y el devenir del oficio religioso, en el que participaban numerosos adultos, bastante arreglados en su vestimenta, y niños que, de vuelta de lo que parecía la comunión, llevaban en la mano algo parecido a un trocito de pan.


El templo es Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1988 y su interior como mínimo puede calificarse de grandioso.


Seguimos paseando por la ciudad y pese a tratarse de la segunda en población de Grecia, con algo más de un millón de habitantes, muy agradable de patear, con una temperatura magnífica . En cierto sentido encontramos algunas similitudes con ciertos barrios de Madrid, y por eso se nos hizo bastante familiar.

Por esta parte de la ciudad localizamos bastantes yacimientos arqueológicos, como este anfiteatro. Ahí un grupo de escolares en visita de trabajo escuchaban las explicaciones de su profe, que a observadores ajenos como nosotros, nos gustaría escuchar y entender.



Armados con plano y de la mano de Internet cuando era necesario pusimos rumbo a la zona costera.


Por el camino atravesamos zonas peatonales llenas de terrazas y locales de aspecto agradable que al caer la tarde estarían atestados de gente.



Junto al paseo marítimo se encuentra la plaza principal de una ciudad que data de finales del siglo IV antes de Cristo y que en su momento fue lugar de acogida de muchos judíos sefardíes expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos. En la Segunda Guerra Mundial, los nazis ejecutaron en Salónica  a la mayor parte de los judíos que entonces residían allí, unos 50.000.



Hicimos una paradita en la amplia, enorme incluso, plaza de Aristóteles, en uno de cuyos extremos se encuentra la estatua del filósofo, junto a la que nos retratamos a ver si se nos pegaba algo de sabiduría.


Lo cómodo es seguir el paseo marítimo y por esa ruta nos topamos con la denominada Torre Blanca, un alto bastión que en su momento fue parte de las murallas que protegían la ciudad, destruidas en 1866. 


Data del siglo XV (o del XVI, no hay acuerdo) y su estado de conservación es excelente. Su interior ha sido convertido en museo y, subiendo hasta arriba por una rampa escalonada perimetral, se disfruta de una amplia vista de la ciudad.


Una imagen del pasado de la torre permite intuir un aspecto bien diferente.


Como curiosidad, su aspecto blanquecino actual data de la entrada del ejercito griego en Salónica, momento en que se decidió pintarla de este color para purificarla de su pasado otomano.


Desde la torre vislumbramos toda la ciudad Salónica, una ciudad mayormente plana que lo facilita, aunque tiene unos cuantos barrios altos muy poblados.


En el paseo hay estatuas (Alejandro Magno), perfomances decorativas y muchos barcos de arribada fondeados a la espera de entrar en el puerto.



Al tratarse de una ciudad grande, optamos por tomar el autobús turístico para tener una visión de conjunto, opción que suele salir bien... lo que no fue el caso.



Debido a las obras del metro, iniciadas hace más de una década y pendientes de conclusión todavía, ha reducido el recorrido, que en la práctica, a se reduce a subir a la ciudadela y bajar, lo que no aporta demasiado, aparte de la vista.



Las murallas que vimos al bajar del autobús permiten imaginar un castillo o ciudadela al uso, pero no. Las murallas se han mantenido en un tramo, pero a ambos lados hay casas y construcciones modernas, lo que supone un cierto fiasco.



Así que aguardamos la vuelta del bus y bajamos de nuevo al centro de la ciudad.



Nos bajamos junto al arco de Galerio, o lo que queda de el (dos pilares de un total de ocho), del siglo III y uno de los monumentos más famosos. Conmemora una victoria de los romanos sobre los persas.



A muy poca distancia se encuentra la Rotonda de San Jorge o Tumba de Galerio, originalmente un templo dedicado a Zeus.


Esta estructura circular fue construida en el 306 a instancias de Galerio como su mausoleo, pero nunca fue enterrado aquí. Sobre el 1.200 se transformó en una iglesia cristiana y los otomanos la convirtieron en mezquita cuatro siglos después. Con la reconquista de Salónica por los griegos su destino fue el de iglesia ortodoxa, pero afortunadamente respetaron el minarete. 



Coincidimos con una exposición de copias de los famosos mosaicos de Ravena en su enorme interior. La verdad es que resultó de lo más interesante.




Desde aquí seguimos caminando por el centro, donde vimos tiendas muy chulas, galerías comerciales un poco  vetustas y en general una ciudad atractiva y resultona, eso sí, con  la comentada abundancia de terrazas en muchas de las calles.



También la iglesia de Santa Sofía, igualmente Patrimonio de la Humanidad. catedral de la ciudad en el pasado, después mezquita y ahora templo ortodoxo, un proceso sucesivo acorde con las vicisitudes históricas.



Terminamos cenando en una plaza próxima a la del día anterior, cerca del hotel, en un local agradable, Meze, sitio que nos encantó bastante más que el de la noche precedente. Al recibir la cuenta, todavía más: ¡¡¡costó la mitad!!!. Está especializado en lo que llaman "platos pequeños" que en realidad son como raciones para compartir. Muy recomendable!.

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