martes, 22 de octubre de 2019

2) Ascenso al (monte) Olimpo

Del Volos Palace salimos por la mañana igual de encantados que entramos ya que estuvo francamente bien y el desayuno a la altura. El precio por habitación doble, desayunos incluidos, 75 euros. Después nuestro objetivo era  llegar a Litochoro, pero con algunas paraditas previas.


La primera en Portaria, un pueblecito de montaña a 650 metros de altura, que nos obligó a hacer un desvío, pero tenía encanto, a fin de hacer un paseo por el monte Pelión. El pueblo está a 11 kilómetros de Volos, pero llegar lleva veinte minutos por una carreterita llena de curvas pero con unas magníficas vistas. Como suele ocurrir en este tipo de localidades de veraneo, muchas casas se encontraban cerradas y vimos muchos perros sueltos y solos. Con el paso de los días nos fuimos acostumbrando: perros, y también gatos, por todos los lados, a su bola y casi siempre dormitando ya alimentados en la calle por almas caritativas. Normalmente se les veía bien, nada famélicos, y sobre todo muy tranquilos. 

Nuestra pequeña caminata del día era el Centaurus Path, pero solo fueron cuarenta minutos por una ruta circular que nos devolvió a Portaria. Hicimos una subida entre árboles de lo más agradable a esa hora temprana de la mañana.


Seguimos el curso de un riachuelo, con un caudal mínimo en esta época del año, y pasamos por varios puentecillos, más bien simples pasarelas. Tras el ascenso retornamos por una senda amplia por la que pueden circular vehículos y que nos devolvió al pueblo bordeando el bosque.


De Portaria seguimos camino de Larisa, una ciudad grande, de unos 170.000 habitantes, más de 250.000 con sus alrededores. Como todo en Grecia, tiene mucha historia y se calcula que allí vive gente desde hace 12.000 años. Su principal sello de distinción es que, según la leyenda, nació Aquiles, y ya en el plano de lo constatado, murió Hipócrates, el padre de la medicina.
Nos costó bastante aparcar y fue una decepción localizar con esfuerzo un párking subterráneo... en el que nuestra furgoneta no podía entrar por su altura. Al final encontramos otro en superficie y así pudimos pasar un rato callejeando.


Pese a su abultada historia, no es una ciudad con muchos restos, pero en pleno centro subsiste, en mal estado, un teatro romano. Ahora Larisa es una ciudad comercial y cabecera de una importante comarca agrícola. Nos llamó la atención un macizo edificio en piedra de la etapa turca, pero estaba cerrado. Era el antiguo "bezesteni", el mercado textil, de 30 por 20 metros y que en su tiempo albergaba ventiuna tiendas.
Se encuentra junto a una colina arbolada que con seguridad es refugio de los vecinos para las tardes de buen tiempo y, como es obligado, con grandes terrazas para descansar y tomar algo, como nosotros hicimos. Después veríamos por el centro peatonal una larga sucesión de terrazas bajo árboles, como en Volos, pero con el paso de los días dejamos de fijarnos pues se repetía en todos los sitios.

Antes de llegar a Larisa habíamos hecho una paradita en un centro comercial al uso para comprar un cargador de móvil, sustituto del que alguien se habría encontrado en el hotel de Volos de la noche anterior. Era lunes por la mañana y por tanto pocos clientes, pero nos llamó la atención que, aparte de las cadenas habituales (Mango, Guess, Media Mark), encontramos tiendas desconocidas para nosotros. En estos tiempos de globalización resulta agradable.


Sin más dilaciones, de Larisa seguimos directos hasta Litochoro, un pueblecito de 7.000 habitantes situado en las faldas del monte Olimpo. Un sitio bonito aunque la proximidad al Olimpo es su principal atractivo. Teníamos reserva en el hotel Afroditi,  en pleno centro, que resultó de lo más agradable. Como curiosidad, nos enseñaron varias habitaciones para que pudiéramos elegir.


Tiene una vistas excepcionales aunque las habitaciones son un poco ajustadas de espacio, todo está lleno de detalles chulos . Al día siguiente, en el desayuno, la luna de miel con el hotel se agrandaría: no era una oferta muy abundante en productos pero todos caseros, dulces, tartas, mermeladas, fruta... y pan fresquito. Un lujo. Quizás el mejor de todos los que tuvimos en este viaje.


Decidimos aprovechar el resto de la tarde y salimos a dar un paseo. Lo primero, a visitar el cementerio de San Atanasio, considerado de los más pintorescos de Grecia. Estuvimos allí un rato, paseando entre las tumbas, ya que para nosotros tiene cierto morbo que todas ellas incluyan la foto de los difuntos. Desde luego era vistoso, estaba limpio y muy ordenado.


Álvaro tenía fichado un camino que empezaba al final del pueblo en la zona del cementerio con vistas al Olimpo y estuvimos buscándolo, seguidos de cerca por la mirada de algún que otro gato escalador.


La senda se adentraba en la montaña siguiendo una levada (curso de agua) cubierta por bloques de hormigón, lo que hacía más sencilla la caminata, de poco más de un kilómetro.


Sumado al paseo de la mañana en Portaria completaba el día. Disfrutamos y dimos por supuesto que nos vendría bien para el ascenso al Olimpo  previsto para el día siguiente.


Pasamos un rato agradable en la montaña, en un paisaje de rocas escarpadas y árboles, especialmente a última hora de la tarde con una temperatura suave.


Oficialmente el camino terminaba en una cascada, pero tras el verano había poca agua en una poza y poco más, pero eso no le resta mérito alguno al paisaje. De vuelta a Litochoro quedaba por resolver la cena, para lo cual recurrimos a Internet donde destacan el Meze-Meze y realmente estuvo bien. Cenamos a nuestro modo, eligiendo cada uno un plato (calamares, risoto, sardinas, croquetas) más algún entrante y compartiéndolo todo. Es entretenido y lo repetiríamos más noches. Como ocurriría en otras ocasiones, la cena fue realmente barata, poco más de 60 euros; por el contrario, el café y alguna copichuela posterior en una terraza costó casi la mitad de esta cifra, lo que nos pareció desproporcionado.

La subida al Olimpo era uno de los puntos fuertes del viaje, como ocurrió con la garganta de Samaria en Creta o la ruta del Tongariro en Nueva Zelanda. Madrugamos todo lo posible para llegar pronto (el desayuno no empezaba hasta las 8 a.m.) y enseguida salimos para la  montaña sagrada. Llegamos al punto de partida, Prioria (1.050 metros) por una carreterilla difícil que allí concluye.
A partir de aquí dependes de las piernas para llegar al menos al refugio, situado a 2.100 metros, que era nuestra intención. "El luminoso" (que es el significado de Olimpo), donde habitan, o habitaban, los dioses, alcanza los 2.919 metros, pero llegar arriba son palabras mayores y nos obligaría a dormir en el refugio para salir al día siguiente. Lo descartamos.
Instantes antes de iniciar la subida vimos como se ponía en marcha una reata de burros y mulas bien cargaditos, la única vía para llevar suministros al refugio. En medio del ascenso nos acordamos de estos pobres animales, condenados a hacer el camino a diario, incluyendo pertrechos pesados como bombonas de gas. Con sus sonoros sonajeros, se les oye desde lejos. También se les huele durante toda la subida pues el camino queda alfombrado de heces que cuesta evitar.


Animados, nos pusimos en marcha en medio de un bosque maravilloso en el que destacaban las hayas, que en algunos puntos empezaban a amarillear.


Imaginamos que unas semanas más tarde, con el otoño más avanzado. el espectáculo sería todavía más impresionante.


Mientras ascendíamos, en una primera etapa con rampas no excesivamente molestas, nos íbamos repitiendo lo que habíamos leído del monte, el hogar de los dioses olímpicos presididos por Zeus. Por ejemplo, que en la II Guerra Mundial fue utilizado por los británicos para intentar detener a los alemanes, sin éxito, claro. También que hay 18 montes con este nombre en el mundo, en países como Nueva Zelanda o Estados Unidos, y también en Turquía, en el que hemos estado.


Poco a poco el esfuerzo fue haciendo mella en nosotros, pues los algo más de 1.000 metros de desnivel serían en realidad 1.300 por los altibajos de la ruta.


Lo peor fue cuando las rampas de tierra dieron paso a las piedras sueltas, lo que coincidió con el final del bosque que nos dejó sometidos a un sol inclemente. Desde el nivel de los 1.500 metros las  hayas pasan a ser un recuerdo y la vegetación son casi exclusivamente pinos. 


El ascenso nos costó algo más de tres horas y llegamos realmente cansados, pero alegres y muy satisfechos al ver el cartelito que identificaba la altura.


Junto al refugio reencontramos la reata de burros, ya descargados de la mayor parte de la impedimenta, sin duda listos para el descenso.


Descansamos una hora aprovechando para hacernos fotos con la cumbre, pedregosa, de fondo. Esa es la cumbre que veíamos, pues el Olimpo es un monte circular inmenso, con una circunferencia de unos 150 kilómetros, y que hasta 1913 no fue coronado. Actualmente es un parque nacional y reserva de la biosfera.


Había bastantes excursionistas ese día en el refugio, a muchos de los cuales los habíamos cruzado por el camino. 


Sobre las dos iniciamos el descenso, temerosos de que la oscuridad nos pillara antes de llegar abajo.


La bajada fue una repetición de lo vivido por la mañana, solo que empezamos por la zona descubierta, luego los pinos y más adelante las hayas.


Al principio creímos hacer el descenso más rápido que la subida, pero finalmente empleamos lo mismo, algo más de tres horas y se nos hizo eterno, sobre todo al final, con las fuerzas ya muy justitas, casi como las de este árbol haciendo un requiebro casi imposible para sobrevivir. 



En el albergue-bar de Prioria nos tomamos un zumo para recuperar el resuello y dedicamos la última mirada al Olimpo, visiblemente satisfechos todos pese a que alguna rodilla decidió protestar durante la bajada, pero sin más.


Acabada la actividad del día iniciamos el camino a Salónica, adonde llegaríamos a última hora de la tarde, a tiempo para aparcar la furgo en un párking del puerto muy cerca de nuestro hotel, el Plaza, en la animada zona de Ladadika, que también está bien. La idea era no tocar el vehículo al día siguiente. Salimos por los alrededores para cenar en la plaza Katouni, peatonal, muy cerca del hotel, en el restaurante Palati, enmedio de una zona de marcha llena de locales. Los precios ya fueron otros y notamos también un aumento de la temperatura al estar junto al mar.

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