jueves, 31 de octubre de 2019

8) Atenas, una urbe moderna... de 3.000 años

Llegamos a Atenas como colofón de dos semanas de viaje por Grecia. Habíamos dejado la capital para el final a fin de desprendernos del coche de alquiler, que en una gran ciudad más estorba que otra cosa.
Vista de Atenas desde el monte Licabeto
Tampoco lo que habíamos leído nos animaba a permanecer más tiempo y, al final, esos dos días se nos hicieron escasos. Encontramos una ciudad europea, animada, organizada, histórica, multicultural y con un tráfico complicado, pero muy atractiva. Lo primero que hicimos, tras instalarnos en el hotel, fue un recorrido en el típico bus turístico que nos permitió hacernos una idea general de los barrios y las zonas más interesantes para visitar.

"El corredor", una estatua que generó polémica
La celebración de las segundas olimpíadas de la etapa moderna, en 2004, tiene que ver con la Atenas actual, que dispuso de inversiones para su mejora y transformación, al estilo de lo pasó en Barcelona. Esta escultura, de Costas Varotsos, es anterior, de 1988, pero su temática claramente deportiva.


Situada actualmente frente al hotel Hilton, que se ve al fondo, la obra no dejó indiferente a casi nadie en Atenas, con voces a favor de mantenerla... y también de lo contrario. Finalmente, seis años después fue trasladada a su actual emplazamiento desde la plaza Omonia, y claramente provoca ganas de tomar velocidad... Está hecha de hojas de vidrio verde colocadas unas encima de otras.


Junto al Corredor sobrevive un olivo milenario.


El Corredor está en el recorrido realizado por el soldado que llegó desde Maratón para comunicar a los atenienses la victoria sobre los persas, y que murió a consecuencia del esfuerzo dando origen a esta conocida prueba deportiva. De hecho, la estatua se encuentra a solo a unos cientos de metros del final.

El centro de Atenas, especialmente sus barrios más turísticos y antiguos, los de Plaka y Monastiraki, que fueron por los que más nos movimos, ofrecen un ambiente tranquilo, a ratos multitudinario, y desde luego con terrazas de lo más atractivas.


El monumento por excelencia, el Partenón, en la Acrópolis, se ve desde diferentes lugares ya que se encuentra en lo alto de una elevación.


Su iluminación nocturna hace que tampoco de noche pase desapercibido.


Nuestra visita coincidió con la celebración de Halloween, que por supuesto en Atenas también tienen muy presente.

En Atenas estuvimos los dos días alojados en el Best Western Plus Amazon Hotel, muy céntrico, próximo a la plaza Syntagma. Moderno, limpio y agradable, con un desayuno bastante bueno. Los dos días nos costaron a los seis 495 euros.


En la avenida delante de los Jardines Nacionales se concentran parte de las embajadas extranjeras. Algunas ocupan inmuebles exclusivos y otras, de países medios, utilizan pisos en edificios colectivos. Uno de ellos era casi territorio foráneo al completo.

Museo de la Acrópolis, visita obligada
Antes de visitar la Acrópolis mantuvimos nuestro criterio de recorrer previamente el museo, donde se guardan numerosos tesoros de este yacimiento. 


Se trata de una instalación excepcional, situada a solo unos cientos de metros, y que esa mañana de sábado estaba muy concurrida.


Originalmente, en el siglo XIX, tras la independencia de Grecia, el museo estaba dentro de la Acrópolis, pero muy falto de espacio. Después de la Segunda Guerra Mundial se decidió buscar un emplazamiento separado para exhibir los tesoros de la Grecía clásica como corresponde. No se logró terminar el proyecto hasta el año 2009, en que se inauguró.


Uno de estos tesoros son las esculturas originales de las Cariátides, ya que las colocadas en el exterior del Erectreion, en la Acrópolis, son copias.


En la planta superior del museo, una pared acristalada facilita observar la Acrópolis. Aunque se cree que está ocupada desde el tercer milenio antes de Cristo, se sabe que en el 1.200 a.c. había un palacio y unas murallas, a la que siguieron varios templos. En el 480 a.c. fue destruida por los persas de Jerjes, a la que siguió su reconstrucción liderada por Pericles, etapa a la que pertenecen el Partenón, los Propileos, el templo de Atenea Niké y el Erecteion. 


Una maqueta muy realista, hecha con piezas de Lego, facilita imaginar lo que fue la Acrópolis con sus edificios en perfectas condiciones. Tras intentar memorizarla nos dirigimos a visitarla.


Si en el museo había mucha gente y colas, la multitud era más numerosa en la puerta de acceso a la Acrópolis. Desde luego, no es una sorpresa, como si vas a ver la Capilla Sixtina, el agobio y la masificación están asegurados. Es así... o no verlo. El camino entre ambos puntos fue entretenido, con puestos callejeros, mucha gente, músicos entreteniendo a los paseantes. Animadísimo.


Los monumentales Propileos, nombre que reciben las puertas de acceso monumentales, dan la bienvenida a la Acrópolis en medio de una inmensa procesión humana y bajo el calor pese a estar ya en el mes de noviembre. Construidos en el siglo V a.c., en tiempos de Pericles, nunca fueron totalmente acabados.


Junto a la meseta de la Acrópolis, en el recinto exterior, se encuentra el teatro de Dionisio. Del siglo VI a.c., es considerado el primero del mundo y el más grande de la antigua Grecia con capacidad para 17.000 personas. Aquí se estrenaron las primeras obras de Eurípides, Sófocles, Aristófanes y Esquilo.

Algún asiento conserva el nombre de su privilegiado usuario
El detalle de los asientos permite ver lo cuidado de su construcción.



Pese a que la meseta de la Acrópolis está solo 150 metros por encima del nivel del mar, destaca claramente sobre la ciudad y permite una visión general de Atenas.

        

Pero el principal centro de atención es el Partenón, el templo por excelencia. Quienes han estado aquí décadas atrás recuerdan que antes era posible acceder a su interior. Ahora está vallado, y los andamios casi forman parte del paisaje pues siempre hay trabajos de mantenimiento que realizar. Con 70 metros de largo, columnas de 10 metros de altura y su perfecta armonía, es imposible no admirar el trabajo de los arquitectos Ictino y Calícrates. Ello pese a avatares como la explosión que sufrió durante la etapa otomana, cuando fue utilizado como polvorín. A pesar de esta catástrofe, sigue conservando la parte principal de su estructura.


También en la ladera de la Acrópolis luce el odeón de Herodes Antico, que todavía hoy sigue utilizándose para representaciones musicales. A pesar de sus evidentes restauraciones modernas, es realmente fotogénico, muy espectacular.


Es la única construcción romana del entorno, del siglo II de la era actual, y un siglo después fue destruido por los hérulos. Permaneció una eternidad cubierto de tierra y en el siglo XIX empezaron las excavaciones. Hace unos setenta años se inició la reconstrucción.


Recorrido el recinto, decidimos iniciar el regreso visiblemente satisfechos.


Poco antes de abandonar la Acrópolis pasamos junto al Erecteión, y  a la izquierda se observan las Cariátides, seis estatuas de mujeres haciendo de columnas, que ya dijimos son copias de las originales, a salvo dentro del museo. 



Representan a esclavas de Karys, pueblo griego que había colaborado con los persas y castigado por ello.

De vuelta al centro de la ciudad, nos encontramos, por casualidad y sin buscarla, e igualmente sin necesitarla, con la embajada de España.


En dirección a la plaza Syntagma pasamos por los Jardines Nacionales, en uno de cuyos extremos se encuentra el Arco de Adriano, del que no está claro ni quién lo construyó ni tampoco por qué. Se utilizó mármol del monte Pentélico, al igual que en el Partenón y en otras construcciones atenienses.


Atravesando los jardines, seguimos a pie la ruta para subir al monte Licabeto, que con sus 278 metros de altura casi dobla la de la Acrópolis. Ello hace que desde allí se divisen las mejores vistas de la ciudad. Se encuentra en el barrio de Kolonaki, considerado el de más nivel de Atenas, algo que se aprecia paseando. 


En una ciudad plana, colinas aparte, la Acrópolis aparece en el horizonte, antes del mar y de la isla de Salamina, donde tuvo lugar la famosa batalla naval.


El mirador existente en la cumbre del Licabeto, donde también hay una capilla (San Jorge) y un restaurante-cafetería, sirve para contemplar la enormidad de Atenas, una ciudad con casi 800.000 habitantes pero casi cuatro millones en el conjunto del área metropolitana, un tercio del total del país. 



Existe un tren funicular que bajo tierra te deposita cerca de la cumbre, pero el descenso lo hicimos caminando.

En el barrio nos encontramos este curioso grafiti que alude a la Unión Europea (EU) y a la crisis económica griega y su antigua moneda, el dracma.



En los paseos después de oscurecer por la zona en la que nos movíamos terminábamos siempre descubriendo en el horizonte la Acrópolis.


 Cerca de una línea del metro, paseamos junto a la zona del Ágora, atestada de gente en la noche del viernes, 1 de noviembre.
Mónica, la leonesa encargada del restaurante Karamanlirika
Los dos días de Atenas realmente cenamos bien y en locales totalmente diferentes. La primera noche, tras mucho debatir, optamos por el Blue Fish, finolis, comida griega moderna y local, sobre todo basada en pescado, muy recomendable. La segunda noche nos dejamos aconsejar por nuestra hija, que había estado en Atenas el verano anterior y había conocido el Karamanlidika, regentado por una leonesa que lleva cuatro décadas en la ciudad. Mónica tiene la costumbre de atender personalmente a los españoles y así ocurrió con nosotros. Sociable y comunicativa, nos contó su historia, sus 43 años en Atenas, adonde llegó por amor y la ciudad de sus tres hijos y sus tres nietos. Se encargó de nuestro menú y nos trajo lo que le pareció, explicándonos que en este restaurante cocinan recetas de los griegos que vivían en Anatolia, antes de su expulsión por los turcos. Tomamos vino, cervezas, postre cortesía de la casa (yogur con mermelada y miel, rico) y pagamos por todo 65 euros para seis personas. Resultó la comida más barata de todo el viaje. Y muy satisfactoria.


Al día siguiente tomábamos el avión de regreso a primera hora de la tarde, así que madrugamos para aprovechar la mañana. Desde nuestro hotel fuimos caminando al estadio Panatenaico, construido en mármol blanco en 1870 y en el que se celebraron los juegos de 1896. Se levantó en el mismo lugar en el que ya existía otro desde el 330 a.c. construido en madera. Con gradas en tres laterales, la parte que da a la calle es precisamente la abierta, lo que permite verlo sin problema alguno.


La otra actividad prevista era el cambio de guardia en la plaza Syntagma, ante el Parlamento, donde custodian la llamada Tumba del Soldado Desconocido.   

                                  

A diario, cada una de las veinticuatro horas, dos soldados hacen unos vistosos movimientos desfilando para relevarse. Los domingos es la exhibición completa y participan varias docenas de evzones con sus curiosísimos trajes.


Cuando nos dirigíamos al Parlamento nos encontramos con el desfile de los soldados por la avenida Vassilissis Sofías, y los acompañamos. Con sus faldones con cientos de pliegues, sus ruidosos zapatos, las borlas y el gorro de fieltro de origen oriental, formaban un llamativo conjunto. En completo silencio, el público siguió después su coreografía militar en una ceremonia que no es precisamente rápida.

Una pequeña multitud contempla el cambio de guardia. Al fondo, el Parlamento.


A partir de ahí, volvimos al hotel que nos facilitó un transfer en el que cabíamos los seis y nuestras maletas y en un ratito ya estábamos en el aeropuerto  para encarar la vuelta.
Pasados unos días, Alfonso nos hizo llegar el siguiente video que resume muy bien nuestra estancia en Atenas y que es un bonito colofón para este viaje en el que descubrimos un poco de la Grecia continental a nuestra manera, aunque nos quedaran muchas cosas por ver, para conservar así las ganas de volver.  



No hay comentarios:

Publicar un comentario