sábado, 19 de octubre de 2019

1) Llegada a Tebas, Termópilas y Volos

Como habíamos acordado, a primera hora de la mañana del sábado 19 de octubre (2019), el grupo de seis amigos que durante quince días íbamos a conocer la Grecia continental estábamos puntuales en el aeropuerto de Barajas, cuatro procedentes de Galicia y los dos restantes desplazándose desde Canarias. Álvaro había empleado muchas horas en diseñar el itinerario y Ana se había encargado de las reservas de hoteles, un sistema mixto testado con éxito en otros viajes, caso de Nueva Zelanda. El plan consistía en empezar por Tebas y subir hasta Salónica, para luego descender por Meteora y llegar al Peloponeso. Tras recorrer esta inmensa península (o isla, debido al canal de Corinto), el tour finalizaría en Atenas, la capital, que reservamos para el final.


En Barajas, pese al madrugón, lucíamos sonrientes a la espera del avión de Iberia que nos llevaría hasta Atenas. 

En el avión vislumbramos lo que parecía un volcán con humo en el cráter, como se aprecia en la fotografía, aunque pudiera tratarse  solo de una nube y de un efecto óptico. No bajamos a comprobarlo. El viaje se hizo bastante cortito, sobre todo en comparación con otros, y sobre las 3 de la tarde, hora local, aterrizábamos con un sol espléndido.


Desde el aeropuerto Eleftherios Venizelos la empresa a la que alquilamos una furgo nos llevó a la oficina, en las cercanías de la terminal. Había dos unidades disponibles y a los pocos minutos desechamos la que nos ofrecían por algún defectillo visible. Antes de irnos comprobamos que la elegida también tenía goteras, pero era blanco o negro, una u otra. El resultado fue que durante todo el viaje chirriaba al abrir el portón trasero y se salía de sitio un embellecedor, pero sin más, cubrió el expediente para 13 días, con todo incluido, por algo más de 600 euros. Beni y Alfonso ejercieron de avezados conductores, guiados por las indicaciones de Alvaro, en su inestimable papel de copiloto.


Ese mismo día, antes de llegar a Tebas por una buena autopista de peaje (veríamos muchas) nos alarmó una lucecita en el cuadro de mandos que nos ordenaba ir de inmediato a un taller. Beni intuyó que le habían hecho la revisión y olvidado resetear el sistema, cosa que se confirmó despues de enviar un mail a la empresa. Ya tranquilos, nos acostumbramos a convivir con la lucecita... y con el chirrido del portón. Sin duda, asuntos menores.


Pese a su historia, Tebas es actualmente una urbe con escasos restos y con su calle principal peatonalizada. Ello nos obligó a buscar donde aparcar y a caminar con las maletas hasta el hotel, que  carecía de aparcamiento. Un esfuerzo mínimo si tenemos en cuenta que estábamos en la ciudad natal del mítico Hércules.

Nos instalamos en el Meletiou, agradable y limpio (173 euros una noche 3 habitaciones dobles con desayuno incluido) y nos fuimos a dar una vuelta, la primera por una ciudad griega. Al final de la tarde de un sábado de otoño con buen tiempo, media ciudad ocupaba las innumerables terrazas. A lo largo de estas dos semanas comprobaríamos que es una de las principales aficiones de los griegos.



En un lugar destacado de la calle peatonal existe una gran estatua de Epaminondas, el líder que en el siglo IV (antes de Cristo, así será todo o casi todo en los asuntos histórico de este viaje) convirtió a Tebas en la ciudad hegemónica como relevo de Esparta. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y daba la impresión de que la gente caminaba sin prestarle atención. Quizás porque la primacía de Tebas duró poco y solo tres décadas después de su muerte fue destruida por el padre de Alejandro Magno. Hoy, con sus 25.000 habitantes, es una pequeña ciudad de provincias en la que solo pueden verse restos del palacio de Micenas y poco más.


Ajenos a todo avatar histórico, cenamos en  un restaurante del centro, el Ladokolla y degustamos ensalada griega, croquetas, musaka, arroz, pulpo a la brasa (muy duro, nos pasaría más veces). 
Disputamos asimismo nuestra diaria partida de chinchimonis/chinos para financiar el café/copa de la noche en una agradabilísima terraza. Nos sentíamos muy a gusto.


A la mañana siguiente dimos un paseo por la ciudad tras desayunar en el hotel, donde éramos casi los únicos huéspedes, aunque esta iglesia la vimos casi desde fuera pues estaba en plenos oficios dominicales. El refrigerio fue regulero, aunque hay que considerar el precio .En general, las tarifas de hoteles y restaurantes nos parecieron bastante más baratas que en España durante el viaje. 


También nos fotografiamos ante las ruinas del palacio a la vez que desechábamos visitar el museo arqueológico, pese a que dicen que es bueno, pero eran dos horas y nos condicionaba el día y en jornadas sucesivas disfrutaríamos de un atracón de museos. 
Quizás el monumento más llamativo de la ciudad sea la torre de los Almogávares, unos catalanes que estuvieron allí y en lo que hoy es Turquía a comienzos del siglo XIV en aventuras guerreras, y que durante un tiempo hicieron de Tebas la capital de un Gran Ducado.

Enseguida pusimos rumbo a Volos, siguiente etapa. Por el camino hicimos una parada obligada, en el escenario de la batalla de las Termópilas (Puertas Calientes, por los manantiales que existían), uno de los acontecimientos guerreros más conocidos de la historia griega que el cine ha difundido por todo el mundo. Allí nos enteramos de que el paso del tiempo nunca es en vano, y que 2.500 años después, año más o menos, lo que era un estrechísimo paso entre la montaña y el mar ya no existe.


Ahora hay una llanura costera con el agua alejada, pero se sabe donde se emplazaron los 300 guerreros espartanos al mando del rey Leónidas I, junto con varios cientos de combatientes tebanos y de otras ciudades, que intentaban evitar la invasión persa con Jerjes I al mando. 


Junto a la carretera se ha construido un memorial presidido por la imagen de Leónidas en pose guerrera, que los turistas (y Alfonso) acostumbran a imitar.


A unos trescientos metros la memoria de las Termópilas se transmite en un centro de interpretación donde recrean la batalla en vídeo (inglés) y en maquetas, siempre exaltando la gesta en la que apenas unos miles de aliados griegos causaron 20.000 bajas en el ejército persa.


Desde Termópilas hay 86 kilómetros hasta Volos. Desechamos parar en Lamia y a cambio unos kilómetros antes de llegar dejamos la autopista para ver los pueblos por los que pasábamos. El Volos Palace donde nos alojamos era de nivel pese a que costó poco más que el de Tebas, 225 euros en total con unas habitaciones estupendas que disponían de balcón y vistas al mar.


Enseguida salimos a caminar por la ciudad, que nos sorprendió agradablemente. La fachada marítima de Volos es muy atractiva y cuenta con un paseo de tres kilómetros que invita a recorrerlo.

Allí se muestra, en un lugar destacado, una réplica de Argo, el mítico barco con el que Jason y los argonautas partieron desde aquí, la antigua Lolkós, a la busca del Vellocino de oro.



Fue un rato agradable disfrutar de este amplio paseo, con una anchura poco habitual , lleno de amplias terrazas, gente en bicicleta y patinetes... Al fondo se ve la fotogénica iglesia de San Constantino.





Aquí descansamos un rato para jugar nuestra cotidiana partida de chinchimonis.


Al final del paseo han construido unos espigones para proteger varias playas artificiales, que un mes después de comenzado el otoño seguían teniendo usuarios. Ciertamente, la temperatura era alta aunque en el momento de las fotos ya iba cayendo la tarde. 


Cerca de la playa nos fotografiamos en esta escultura de Filolaos.


Como se ve en el mapa, Volos está justamente situado en el llamado golfo Pagasético, por el que el mar se convierte en una especie de bahía que, en gran medida, recorrimos durante nuestro paseo, con unas vistas fantásticas.


Ya sobre las seis de la tarde nos empezaba a apretar el hambre, pero el oficio de turista es arduo y elegir el restaurante de la cena nos llevó lo suyo. 


Recorrimos el animadísimo centro peatonal de la ciudad a la busca del elegido por internet sin tener en cuenta que era domingo. Estaba cerrado el primero y lo mismo sucedió con el segundo, bastante alejado además.


Ello nos permitió encontrar curiosidades como esta forma de decorar el exterior de una tienda.


Finalmente, tuvimos que conformarnos con uno al chou, de pescado, cerca del puerto, que resultó más bien del montón. Supusimos que nos trataron como turistas, pues el postre que ponen de oficio, sin cobrarlo aparte, a los clientes en este país, normalmente yogur con miel, pasaron de ofrecérnoslo. Nosotros, ignorantes, pedimos la carta de postres. El camarero dijo que no había y al final aparecieron sobre la mesa .

De vuelta al hotel, el bar estaba lleno de gente bien vestida que se había reunido para bailar tangos, y nosotros tomando una tónica con nuestras pintas.

El caso es que Volos, con unos 150.000 habitantes en su área metropolitana, nos dejó una excelente impresión. Está considerada una de las ciudades más bellas de Grecia con su tejido urbano, sus mansiones, iglesias y museos y su fachada marítima, aunque nosotros nos limitamos a una ligera mirada, pero suficiente para darnos cuenta de que es un lugar donde puede estar bien perderse una temporada. No había tiempo para más. Al día siguiente salíamos para Litochoro y por el camino teníamos prevista una pequeña caminata de montaña en preparación del ascenso al Olimpo, literal, al monte Olimpo, del  miércoles.



1 comentario:

  1. Qué bonito comienzo de viaje! y la postura guerrera de Alfonso muy lograda :)

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